viernes, diciembre 23, 2005

LA ULTIMA NAVIDAD


Sentada frente al televisor Noemí respira en silencio tratando de callar sus pensamientos con las voces y sonidos que salen del aparato. Sube el volumen. Una voz viene del televisor anunciando que el nuevo disco de IL DIVO es el regalo perfecto para esta navidad. Cambia el canal. El presidente Vicente Fox en un aparente salón de clases rodeado de aparentes estudiantes aparentemente felices se jacta de los logros de su gobierno. Apaga la televisión.

Noemí se levanta del sillón y se dirige hacia la ventana, sus pantuflas se arrastran por la alfombra marrón, sin ganas se cierra la bata y se recarga en el marco de la ventana mirando hacia la calle repleta de coches y gente caminando, los postes tornados en pinos de fibras sintéticas y luces de colores. Nadie sonríe. Se puede escuchar a una mujer que habla por el celular con su marido desesperada de no saber que regalos comprar mientras un niño de unos 15 años se abalanza sobre el cofre de un Tsuru azul intentando limpiar su parabrizas, el conductor del Tsuru prende los limpiadores evitando que el niño toque su presiado cristal frontal. El niño se levanta y sigue caminando. El semaforo se pinta de verde y los coches avanzan despacio, los claxons crean una cacofonía que aleja a Noemí de la ventana.

Con los ojos cerrados y casi de forma automática Noemí regresa al sillón y prende la televisión. Juan José Origel parece consternado por el cambio de color del cabello de cierta actriz. Sube el volumen pero no puede dejar de pensar en que esta será su última Navidad. Cierra los ojos tratando de recordar su cara, su aroma...

En el momento parecía divertido, cojer en una alberca era una de mis fantasías y el cabrón estaba bastante galán, no supe ni como se llamaba, él tampoco supo mi nombre. Mientras me besaba el cuello yo me inventaba un amor instantaneo creyendome la pendejada de que era un instante mágico e irrepetible, que se lo contaría a mis amigas como la aventura de mi vida - no estaba tan equivocada - y que seguiría adelante como un individuo promedio con una gran anecdota. Cuando se quitó el traje de baño y me hizo la tanga de ladito solamente cerré los ojos. No fueron ni 10 minutos. ¡Ni siquiera me vine carajo!

Cuando regresé del viaje era una mujer de mundo, de las que siguen su instinto, de las que cojen paradas y donde sea, una mujer liberada. Lo primero que hice fue hablarle a Sofía para contarle mi hazaña, para que se retorciera de envidia - obviamente omití el detalle de la eyaculación precoz del susodicho -, "estás loca" me dijo entre risas dandome la añorada victoria.

Cinco meses después mientras leía en la universidad llegó una vieja de primer semestre a hacerme una pinche encuesta, en la encuesta decía "haz tenido sexo sin protección?" contesté que sí, la siguiente pregunta era "en caso de haber contestado afirmativamente ¿Te haz hecho algún tipo de prueba para detectar la presencia del virus del SIDA" contesté que no.

Sofía me acompañó al laboratorio, me picaron, me sacaron sangre, me dijeron que regresara en 2 dias, regresé y la chingadera decía "reactivo positivo", no me molesté en hacer las clásicas preguntas de si era o no mi resultado pues era evidente que no había otra pinche Noemí Ortega Brown en la sala.

Tengo SIDA y me carga la chingada de que por un orgasmo no voy a poder verme vieja en un espejo nunca, que nunca voy a pasar por mis hijos a la escuela y que nadie nunca me hará el amor. Me voy a morir a los 23 años sin tener ni puta idea de que es la vida, ni siquiera he trabajado y puedo apostarte que nisiquiera me he enamorado. Ni me voy a enamorar.

Me voy a morir pronto. Me quiero morir pronto. ¿De que carajos sirve arrepentirse?

Noemí